Fractalis
La postmodernidad
Zartus
La postmodernidad
Siglo XX arte de negación, de ruptura, cuestionamiento de los cánones
El arte siglo XX fue un arte de negacion, de ruptura, de permanente cuestionamiento de los cánones y valores culturales establecidos hasta entonces. Fue un arte que apunto sus letales misiles contra si mismo: había que acabar con el bucólico paisajismo decimonónico, había que acabar con el apacible retrato de la burguesia, habia que acabar con la naturaleza muerta, había que acabar con las Venus y los arcángeles sobrevivientes del edulcorado manierismo. Pero, fundamentalmente, había que acabar con la, hasta entonces, incuestionable idea de mimesis que sustentaba todo lo anterior.
La mimesis: la copia exacta del objeto, la similitud con la cosa representada, la objetividad del ojo, la percepción al servicio de la verosimilitud. Ese modelo –ese molde- salta en pedazos en las primeras decadas del siglo XX. Saltar por un motivo justo: la realidad de la modernidad no podia ser representada a partir del canon mimético. Los grandes aportes de la ciencia y la tecnología – teoria de la relatividad, desarrollo de las comunicaciones, velocidad locomotriz, produccion industrial en cadena- aunadas las nuevas indagaciones en el terreno de la psicología y la filosofia –psicoanálisis freudiano, pensamiento de Bergson, esotericas busquedas de la cuarta dimension, etc.- dan pie al salto; el arte toma impulso desde esas moviles y novedosas bases que la cultura de Occidente venía imponiendo. A partir de esos vasos comunicantes, de esas interrelaciones –a veces no del todo visibles- podemos entender la deconstrucción de lo real perpetrada por el cubismo, la monstruosa deformación de la imagen del expresionismo alemán, la pleitesía por lo onírico, lo delirante y todo aquello que cayera fuera de la égida de la razón, propuesto por los surrealistas. Tambien, uno de los mayores aportes del arte en el pasado siglo: la abstraccion. Total abandono de la mimesis: el arte decide crear a partir de formas geométricas dinamizadas en el plani bidimensional de la tela, o a partir de impulsos rítmicos, de estocados gestuales, de signos carentes de significación pero que nos abren la puerta a una nueva gramatica perceptual, a un acercamiento no lneal ni narrativo, desmimetizado, sin mayores referentes que su propia presencia, en suma, su misma objetualidad. Y luego de la crisis de la mimesis, el arte del siglo XX vivira la crisis de la mimesi, el arte del siglo XX vivira la crisis del objeto artistico.
Duchamp sentará las bases criticas del objeto con sus famosos rady-mades y, así, abrirá el camino hacia el arte conceptual, hacia la idea como fin artistico, hacia una epistemologia no retiniana del del arte. A partir de los años sesenta, el arte se manifesto en territorios no convencionales, los pintores dejaban sus estudios para salir a las calles: Yves Klein, el grupo Fluxux, el Happening, el body-art y el land-art, las instalaciones, el arte efímero, etc.
Epoca, tambien de revueltas, de contracultura, de grandes transformaciones sociales en todo el mundo, de radicales replanteos de todos los valores estatuídos. Pero, a partir de los setenta, la utopía transformadora se desgasta –comienza a diluirse en su propia entropía- y da pas a la vaga noción de postmodernidad en la cual nos encontramos inmersos.
En arte, el postmodernismo se define por un retorno a los cánones despreciados por las vanguardias, por una ecléctica conjunción estilística y, obviamente, por un retorno a la mimesis.
En efecto, Nuño retoma estos valores pero los retoma apartir de lo que yo llamaría una conciencia aqueológica de la representación. Retoma el cuerpo estatuario, la armónica mesura de hombres, caballos, frisos, templos y deidades, a partir de una operación de apropiación del objeto –en el sentido material , en tanto escultura y en el sentido cultural, conceptual del mismo. El objeto está ahí, fragmentado, dislocado en sus mutilaciones propiciadas por el tiempo, silencioso en su reaparición, guardando aún la divina proporción onsuflada por el espiritu de la antigüedad. Lo antiguo adquiere, con Nuño, carta de naturalidad en el presente: se hace presencia presente. Y el juego de espejos es obvio: el artista pinta, es decir, representa, figuras escultoricas, marmórea –pordemos sentir la presencia del marmol en muchas de ellas- que a su vez representan a una época, el momento mas alto de la cultura occidental: la epoca helénica, y a otra época: ésta, la actual, desde José Nuño isntala sus espejos para darnos el resultado de tan complejas refracciones.
Quiero decir : hay una ingación en la histora del arte, hay una admiración que se detiene en algunos momentos de esa historia y hay un proceso personalque encarna en todo eso, un proceso que cuaja en síntesis y que, además, se respalda por un profundo conociemiento y dominio de los materiales.
En años anteriores –Mitometria, exposición acaecida en 1995- pudimos apreciar la exquisita y depurada tecnica de Nuño. El manejo del temple y la acuarela sobre lino –con resultados admirables-, nos hablaban de un fabbro, de un artesano –en el sentido medieval del termino-, de un artista preocupado por la alquimia de los materiales que sabia conjugar forma, representación y materia; dibujo y pintura –entendido el primero como línea sobre el plano y la segunda como color, como textura, como pigmento que habla. No podemos olvidar –y la mirada no olvida- esa de sobría articulación entre la anatomía de lo humano y la estructural anatomia de los espacios abstractos, de los angulos y diagonales, del uso de la ¨proporción áurea, del estudiado equilibrio de las formas. Nuño hace evidente –pone en evidencia- esa relación dialógica, ese contrapunto necesario entre el sinuoso volumen de unos pectorales,, entre el claro-obscuro que remarca la ingle de una diosa o guerrero y la arquitectónica demarcación del cuadro a partir de trazos geometricos, quirurgicos, a veces jugando con el trampantojo, a veces, simplemente, enfatizando un ritmo, una tensión muscular, una oblicua fuga hacia fuera de la composicion que, así, la propala mas allá de sus naturales fronteras. Otra cosa: si lo fragmentario ya está dado en el mismo objeto que el artista retoma, tambien, sobre éste, tiene lugar una estética del boceto: anotaciones, numeros, letrismo, datos de de esta temporalidad que irrumpen en el cuadro, que significan, que adaptan la adopción tematica y disuaden al espectador de cualquier tipo de lectura unívoca.
En grafica Virtus (propuestas para el siglo XXI), Nuño acomete otro gran reto que es un doble reto: en principio, llevar su obra pictorica a otro territorio , el territorio –en pleno proceso de desarrollo- de la grafica digital; en segunda instancia, atreverse a implementar dicha técnica en formatos de mural –una de sus obras tiene casi nueve metros de largo-, manteniendo, sin embargo, la excelencia visual, los valores, los tonos y las sutilezas ¨textuales¨de una obra pictorica o de un grabado tradicional. En ese sentido, estamos ante una labor pionera en nuestro medio –tan renuente a las innovaciones tecnologicas de arte.
Me atrevería a decir que no es la técnica, no es la herramienta lo que enriquece el trabajo de Nuño sino todo lo contrario: el artista enriquece al vehículo, dignifica lo técnico, le da al arte virtual un sitial de honor dentro del territorio de las artes visuales. Es una virtud, una gráfica virtus –parafraseando a Nuño-, un ejemplo de que el buen arte –como el Espiritu Santo- puede manifestarse en cualquier parte.